AQUEL 25 DE JUNIO DE 1980,

Tal día como, hace 28 años, el Prelado de Honor - sordo Mons. Agustín Yanes y enfermera-jubilada sorda Pilar Barthelemy que volverá a asistir en Roma en la audiencia para día 25 de junio de 2008 del primer Encuentro Internacional de peregrinación de Sordos Católicos a Roma.

LOS SORDOS ESPAÑOLES, CON EL PAPA – Crónica de un viaje inolvidable por Agustín Yanes Valer, publicado en la revista PROAS, con el número 67/68 – sep.-agos.-1980 desde 6 al 19 paginas.

Publicación de crónica, consta de 13 páginas y un artículo de Lola Santos, y hemos seleccionado a cuatro titular crónicas de los 15 titulares de crónicas; Ya estamos en el miércoles; Vamos a ver el Papa; El Papa con nosotros; y El Papa que nunca tiene prisa, que contiene 14 paginas de esta revista PROAS


Sobre la crónica del viaje se desarrollo del 23 al 29 de junio de 1980, se organizaba por el patronato de PROAS (actual FIAPAS) y entre los expedicionarios iba don Agustín, quien ha redactado el texto. Que contiene 14 títulos de crónica y un articulo de Lola Santos, en total 14 paginas: 1.-La Partida; 2.-Salimos del aeropuerto romano; 3.- En el Hotel; 4.-El segundo día en Roma; 5.- El recorrido vespertino; 6.-Ya estamos en el miércoles; 7.- Vamos a ver el Papa; 8.- El Papa con nosotros; 9.- La ultima visita del día: Tivoli; 10.- Misa para los Sordos en San Pedro el jueves; 11.- A Florencia el viernes; 12.- El sábado, día libre; 13.- Con los Sordos de Italia; 14.- El regreso a España; y un articulo de Lola Santos se titula: El Papa que nunca tiene prisa.
YA ESTAMOS EN EL MIÉRCOLES
Publicación en la pagina 11


El miércoles va a ser el día grande. Para mí por partida doble. Por la mañana, en compañía de un grupo de nuestros viajeros, voy a celebrar la Santa Misa en el altar de la cripta en donde esta enterrado Monseñor Escrivá de Balaguer. Celebro con emoción y recogimiento, y siento la necesidad de hacerlo en oral y mímico, aunque los sordos sean pocos. Durante ella recuerdo mi anterior visita al fundador del Opus Dei, el cual se interesó vivamente por mi apostolado especial y por los sordomudos, y su alegría que derivó en aplausos, cuando le dije que el espíritu de la Obra, de lograr la propia santificación en el cumplimiento del diario deber, era tan factible para los sordos como para los oyentes.
VAMOS A VER EL PAPA
Publicación en la página 11, 12 y 13


A las cuatro, con prisas, en la Plaza de San Pedro. Cuando llegamos ya hay una abigarrada multitud que la ocupa, procedente de todas partes del mundo, y, entre ellos, la emoción de ver ondear en varios lugares la bandera rojígualda de España.
Procuramos adelantar como podemos: forzando, empujando, pidiendo disculpas… entramos y salimos, unos por un lado y otros por otro, ahora hacia la izquierda. ¡A ver como mejor nos acomodamos y ponemos más cerca! Pero no, tenemos un pase especial por el Arco de la Campana. Buscamos, preguntamos, miramos… arcos hay muchos, pero, en cuanto a campana… ¡se la habrá llevado el viento!
Por fin logramos una orientación. ¡Todos por la izquierda! Y vuelta a abrirse paso. Ahora vamos bien: pero luego, ¡quién lo diría! La guardia suiza y la policía se contradicen, pues, mientras los suizos uniformados de multicolores nos mandan hacia delante, los carabinieris o como se llamen nos ordenan, ¡hacia atrás! ¿En qué quedamos? Si vamos a estar para arriba y para abajo llegaremos al terminar la audiencia. Por fin hay acuerdo, ¡gracias a Dios!, y nos vemos situados a “un tiro de piedra” de Su Santidad el Papa. La alegría de todos es manifiesta, y damos por bien tenidos los forcejeos y sudores anteriores. ¡¡Qué viene el Papa!!, y hay un revuelo general de expectación. Aparece Juan Pablo II en coche y saludando a todos, a su diestra y su siniestra. Máquinas fotográficas, tomavistas, televisores… ¿cuántos? ¡Dios sabrá! Y el Pontífice pasa sonriendo y bendiciendo, dejando a su paso una estela de paz no sé si hace frío; pero, de repente, se nos ha puesto “carne de gallina”.
Tiro fotos y más fotos. ¡A ver cómo salen! Busco mejores punto de vista, procurando que no me vea el vigilante, y continuo disparando mi cámara fotográfica con teleobjetivo. ¡Ya veremos cómo van a salir, pues es preciso sean las mejores!
Sube la escalinata hacia su asiento, siempre saludando, bendiciendo y sonriendo. Comienza a hablar a todos en general y a cada grupo en particular. También nombra a PROAS de España, Patronato de Promoción al Sordo. Y comenzamos a aplaudir, y seguimos aplaudiendo… ¡qué se yo!, ¡solamente recuerdo la emoción del momento!
Dicen que vendrá por entre nosotros los enfermos, los subnormales, los ciegos, los sordos… los preferidos de Cristo. Eso dicen, pero, ¿quién lo confirma? Descubro sentado detrás de mí a un Obispo norteamericano. Después de saludarle y presentarme en español, me pide que le hable despacio, y, ¡qué cosas, señor!: el tal Obispo, Monseñor J. Finch, también es sordo. Por Ricardo Rodríguez, el director de PROAS, que está a mi lado, y habla inglés, me entero de que dicho señor Obispo perdió el oído en el Vietnam. Se emociona al saber de mi sordera total y mi labor a través de España y más allende nuestras fronteras. Su emoción es bien visible; llora.
Nos presenta a sus acompañantes: el presidente de la General Motors y su familia y se prolonga la conversación. Damos gracias a Dios por tan feliz encuentro.
Termina de hablar el Papa, cuya traducción al mímico no ha sido posible dada la profundidad del tema que trató. Lo sentimos, pero todo no puede ser “coser y cantar”. Ha sido muy larga la espera, debido a que el Papa hablaba en varios idiomas, y por las interrupciones a base de ¡vivas!, aplausos, interpretaciones musicales…
Suben todos cardenales a saludarle y a la par con ellos nos da la bendición.
EL PAPA CON NOSOTROS
Publicación en la pagina 13


Por fin baja, ¡viene a nuestro encuentro! Miro alrededor y veo todos los rostros expectantes, emocionados… Muchos, sin respectos humanos, lloran.
Y va pasando, y al mismo tiempo, acariciando, saludando, besando a los pequeños, preguntando, hablando, y de siente algo así… ¡¡como si Cristo pasase!! Entre los de nuestro grupo, da la casualidad que se acerca a mi primero. Creo que estaba emocionado a la par que sereno. Se me acerca, me da la mano, se la beso y le digo: soy un sacerdote sordo español que he venido con este grupo de sordos de diferentes lugares de España.
Me atiende muy bien, me aprieta la mano con afecto y me dice algo. ¡No entendí nada! Después, por la esposa de Ricardo me entero que me contestó: “¡Dios le bendiga!” ¿Qué más se puede desear?
Le pongo ante el Obispo sordo que sigue con el rostro mojado de lágrimas, profundamente conmovido. Y sigue su camino saludando y hablando con cada uno; pero muchos no le contestan pues la emoción del momento les quitó la posibilidad de ello. Y así a todos, con la misma delicadeza y atención: yo diría que con el mismo cariño. Continúo tirando fotos, como me las tiraron a mí. Después me dicen que me le sacaron en el momento que me abrazó; pero, ¿es cierto que me abrazó? Yo, sinceramente, no me acuerdo.
Ha sido algo grande. Poco en cuanto al tiempo, pero mucho en relación a lo emotivo y bello del encuentro.
Y le vemos que se aleja como Cristo pasaba, consolando y bendiciendo. ¡Todos damos por bueno el viaje a Italia aunque hubiese sólo por ese encuentro!
Se ha hecho más tarde de lo que pensábamos. Nadie quiere irse, dejar de verle, poder tener la suerte de saludarle y hablarle de nuevo, a la par que sentirse bendecido: pero se impone el orden y los guardias desalojan.
Marchamos al Hotel con la sonrisa feliz tallada en nuestros rostros, pues se hace prolongado el re cuerdo.

EL PAPA QUE NUNCA TIENE PRISA – articulo de Lola Santos
Publicación en la pagina 19


Una vez finalizada la Audiencia esperábamos que el Papa llegase hasta nosotros para saludarle personalmente. Pero no parecía muy fácil porque se había hecho muy tarde.
Al principio de la Audiencia, en la presentación de los grupos que estaban allí, iban nombrándolos uno a uno. Después de cada citación, se oían aplausos y gritos de Viva el Papa. Cuando normaron al nuestro. Su Santidad miró a aquellas personas que se hacían levantados y le aplaudían fuertemente, sin gritar. Fue un minuto de silencio en la Plaza de San Pedro, de silencio de voces para que se oyese solamente el aplauso de los corazones.
Estaba con nosotros Paloma Gómez Borrero, periodista y corresponsal de TVE en Roma. Ella también dudaba de que el Papa se acercarse hasta nosotros pero, al preguntárnoslo delante de varias personas que trabajan en el Vaticano, le contestamos con total aplomo que sí, que vendría.
Terminada la Audiencia el Papa fue hasta las primeras filas de los enfermos que habían ido a verte… y continuó andando, siempre despacio, hacia nosotros.
Saludó a don Agustín, Carmen, Marisa, Charo, Manolo, Alicia, Pilar, Ricardo, Estela…
Se entretenía con facilidad. Iba mirándonos uno a uno, intensamente, como un Padre que quiere retener cada rostro, siempre querido para él. Al llegar donde estaba yo, le pregunté que cuánto iba a venir a España. No me contestó y me dio su mano para que besara. Iba pasando muy despacio. Al saludar a Carmen le dije acompañaba a un grupo de personas que, como ella, no podía oírle, pero que estaban muy contentos de verle y de estar con el Papa. Entonces el Papa se terminó de parar y pudimos conversar con él durante casi tres minutos. Se interesaba por nosotros y reconoció los colores de la bandera que llevábamos en la solapa para localizarnos más fácilmente: “España” y leyó “PROAS”. Le explicábamos que era el nombre de la entidad que había organizado el viaje y que trabajábamos en Promocionar y Asistir a las Personas Sordas, desde una Fundación de carácter privado. Escuchaba atentamente e iba mirando a todo el grupo con un gran cariño. Seguimos conversando un poco más, sin prisa y con una especial confianza, y le pedimos una Bendición que nos impartió allí mismo. Cuando ya comenzaba a pasar para seguir saludando a los demás componentes del grupo, le dijimos –más bien gritamos- que le queríamos mucho. Otra vez se paró y se volvió hacia nosotros con una divertida para decirnos: “OH, sí, mucho, mu-cho”. Seguía saludando muy despacio y, en lugar de hablar, iba poniendo las manos sobre las cabezas de todos, cogiéndolos las manos y dando su Bendición.
Casi nadie pudo decirle nada porque todos teníamos un gran nudo en la garganta. La emoción del momento y estos minutos con el Papa son difíciles de explicar… e imposible de olvidar. Todo se puede resumir, medianamente, con dos comentarios. Uno, de muchas personas de nuestro grupo: “Lo llena todo. ¡Cómo mira el Papa!” Otro, con ese explicar de los romanos a los peregrinos sobre Juan Pablo II: “Este es el Papa que nunca tiene prisa”.